miércoles, 18 de agosto de 2010

Algunos documentos del padre Vérnor-Rojas-Contreras

-
Agosto, 2010


-Himnario a la Virgen de los Ángeles:



-->
HIMNARIO A LA VIRGEN DE LOS ANGELES.
Recogemos aquí los himnos oficiales más importantes y populares que se han dedicado a honrar a la Patrona de Costa Rica, la imagen de la Virgen de los Angeles, de Cartago.
Incluimos los nombres de los autores de la letra y la música de cada uno de los himnos, así como la fecha conocida.
Para hacer este himnario, hemos consultado todos los escritos existentes acerca del culto a la Virgen de los Angeles. Sobra decir que hemos dejado de lado muchos textos y autores que también le han dedicado su pluma inspirada y su música piadosa, por ser prolijo incluirlos a todos.
Índice de los himnos:
“Ave maris stella. Canto a la Virgen”. Rafael Osejo.
“Canciones a Nuestra Señora de los Angeles”. Pbro. Miguel Bonilla.
“Himno latino a la Virgen de los Angeles en su coronación”. Blas Verghetti.
“Himno a la Coronación de Nuestra Señora de los Angeles”, José María Alfaro Cooper.
“Himno a Nuestra Señora de los Angeles”. Eladio Prado.
“Himno premiado del Centenario de Nuestra Señora de los Angeles”. Pbro. Matías Cornelio Rojas.
“Himno premiado de la Juventud Católica”. Una devota.
“Himno a la Virgen de los Angeles.
Ave maris stella.
Canto a la Virgen
Letra del Bachiller Rafael Osejo.
Música del primer Maestro de Capilla de Cartago, Ramón Ortiz.
“Salve norte fijo
De los que navegan
El mar de este valle.
Ave maris stella.
Diré cuanto pueda
En una palabra,
Al decir que eres,
Dei mater alma.
Pásmense los cielos
Al ver tal prodigio
Siendo Reina y madre,
Atque semper virgo.
Segura tenemos
La entrada en la Gloria,
Siendo tú María,
Felix coeli porta”.
CANCIONES a Nuestra Señora de los Angeles
Autor: Pbro. Miguel Bonilla, hacia 1824.
Canción I.
Salve de Dios escogida
Reyna de la tierra y cielo,
Que para nuestro consuelo
Aquí fuiste aparecida.
Los Paraninfos sagrados
Trajeron a este lugar
A nuestra imagen celestial,
Sirviéndote muy postrados,
Para que en nuestros estados
Demos culto a tu venida,
Que para nuestro consuelo
Aquí fuiste aparecida.
Canción II.
En una dichosa piedra,
donde fuente de agua manaba,
Tu Santa Imagen estaba
Toda de Angeles rodeada
En esta tierra amada
Que de Ti es favorecida
Que para nuestro consuelo
Aquí fuiste aparecida.
Canción III.
De esta dichosa piedra
Mana una perenne fuente,
Y el que bebe en su corriente,
En la salud se mejora,
Porque Vos en la misma hora
Le das la salud cumplida.
Que para nuestro consuelo,
Aquí fuiste aparecida.
Canción IV.
Para la defensa nuestra,
De piedra hiciste muralla
Para que, en cualquier batalla,
Se vea el poder de tu diestra,
Al punto mi alma se apresta
Para estar con Vos unida.
Que para nuestro consuelo,
Aquí fuiste aparecida.
Canción V.
Toda esta pobre Ciudad,
Todos los de esta comarca,
En Vuestra nave se embarcan
Fiados de Vuestra amistad,
Pues con toda realidad
De Ti está favorecida
Que para nuestro consuelo,
Aquí fuiste aparecida.
Canción VI.
Gobierno ilustre y honor
Por Vuestra mano gozamos,
Y reverentes os damos
Las gracias con todo amor,
Pues por Vos el Salvador
Nos concede salud y vida,
Que para nuestro consuelo,
Aquí fuiste aparecida.
Canción VII.
Ante ti todos postrados,
De este favor, gran Señora,
De Cartago protectora
El corazón entregamos
Y con él todos te amamos
Con voluntad muy rendida,
Que para nuestro consuelo,
Aquí fuiste aparecida.
Ultima.
Asístenos, gran Señora,
En nuestra última partida,
Que para nuestro consuelo,
Aquí fuiste aparecida.
HIMNO LATINO A LA VIRGEN DE LOS ANGELES EN SU CORONACION.
Letra de Blas Verghetti, himnógrafo de la Sagrada Congregación de Ritos de Roma.
Música del R. P. Francisco Maehler, C.M.
Traducción libre de Eladio Prado.
Fecha: 1926.
Ave, Domina Angelorum: Ave! Altísima Señora
Tibi canticum sonorum de los Angeles que imploro
Toto corde canimus con el cántico sonoro
del amante corazón.
Ave, nobilis Patrona, Ave! honor de la República
Honor, decus, spes, corona, ¡Nobilísima Patrona!
Salus Reipublicae. su esperanza y su corona,
su salud y galardón.
Ave, candida Regina. Ave¡ Tú, cándida Regina,
Pulcra rosa sine spina. Rosa bella sin espina,
Inter spinas lilium. azucena diamantina
que se yergue en el zarzal.
Ave, cunctis opum vena, Ave! Fuente de riqueza
Turris, scutum, lux serena para el hombre; lux serena
Atras umbras dissipans. que la sombra rompe y llena;
torre, escudo divinal
Ave, nitens maris stella: ¡Ave. Estrella de los mares:
Omnes libera a procella libra al hombre en la tormenta
Huius mundi naufragi. de este mundo, que se cuenta
como náufrago sin fe.
Ave, Mater: te laudamus; ¡Ave. Madre cuyo nombre,
Tuum nomen invocamos que fervientes alabamos
Cunctis in periculis. en peligros invocamos
de rodillas a tus pies.
Ave, semper: te precamur; ¡Ave siempre. Siempre Ave!
Ut in coelo perfruamur, Atended a nuestro anhelo!
Nos tua praesentia. y a tus plantas, en el Cielo,
conducidnos a gozar.
Sancta Trinitas laudetur, ¡Al Dios Santo, Trino y Uno
Deus Unus adoretur, gloria eterna y alabanza!,
In aeterna saecula. Amen. abrigando la esperanza
de adorarle sin cesar.
Himno a la Coronación de Nuestra Señora de los Angeles
Letra de José María Alfaro Cooper.
Música del P. Rosendo de J. Valenciano.
Fecha: escogida el 24 de febrero de 1926.
“Ciñó Dios, ¡oh Reina amada!
la corona de tu sien
y tu imagen venerada
coronamos hoy también.
De oro, amor y fe piadosa
vamos la ofrenda a poner
sobre tu frente gloriosa,
llenos de dicha y placer.
A tu materno cariño
acogiese el Redentor
y se durmió, siendo niño,
en tu regazo de amor.
Clavadas sus santas manos,
el Hijo tuyo expiró;
mas a todos sus hermanos
como Madre te dejó.
Este sitio has preferido
para tu culto y altar
y tu gracia has concedido
a quien la viene a implorar.
Oyes nuestras oraciones
y, en mirífico raudal,
nos brinda siempre sus dones
tu corazón maternal.
Ciñó Dios, ¡oh Reina amada!
la corona de tu sien
y tu imagen venerada
coronamos hoy también.
Himno a Nuestra Señora de los Angeles
Letra de Eladio Prado.
Música de Roberto Campabadal.
Coro:
A la Virgen Negrita alabemos
saludando a la Reina y Señora
que una pobre y feliz leñadora
de Cartago en la Puebla encontró.
Nuestras voces proclamen tu gloria,
pues la Patria creció en tus regazos
y estrechándote amante en tus brazos
los honores de Libre alcanzó.
Estrofas:
Tu buscabas, oh dulce María
do fijar tu morada en el mundo
y en el valle del Guarco profundo
encontraste el dichoso lugar
do levantas tu estancia y tu trono,
desde donde, abrazada en amores,
a la par que nos das tus favores
nos conduces y riges en paz!
Cuando el tico se siente oprimido
y en la angustia su pecho se agita,
a Tí vuelve los ojos, Negrita
invocándote henchido de amor!:
en Tí espera anhelante y confiado
porque sabe que Tú, cariñosa
calmarás, como madre amorosa
con tu aliento, su pena y dolor!
Bajo el manto azul de tu gracia
crece libre y viril Costa Rica:
su ventura doquiera predica
tu continua, vital protección!
Su bandera a los vientos flamea
anunciando, a los hombres, gloriosa
que esta es la porción venturosa
de la Tierra, que Dios te donó!
Himno premiado del Centenario de la Nuestra Señora de los Angeles.
Letra: Pbro. Matías Cornelio Rojas.
Música: Julio Fonseca
Fecha: 1935.
Coro:
Cantemos a la Virgen
que fue la Madre pura
de Cristo Nuestro Dios,
pues ella es la criatura
más alta en hermosura
que ensalza nuestra voz.
Estrofas:
Dedican a su Reina
los ángeles del cielo
su canto aclamador
y el hijo de este suelo
la llama su consuelo,
su auxilio en el dolor.
¡Oh Virgen! las plegarias
conmueven en la altura
su trono maternal,
pues eres de ternura
la Madre y la ventura
del mísero mortal.
¡Patrona de esta tierra!
tres siglos publicaron
tu espléndido favor;
son siglos que pasaron,
mas ellos nos dejaron
la imagen y tu amor.
Himno premiado de la juventud católica.
Letra de anónimo: una devota.
Música de Emilio León.
Fecha: 1935.
Coro:
A ti eleva su voz amorosa
la católica fiel juventud.
Guarda Madre su joya preciosa
de la Fe la divina virtud.
Estrofas:
Con la Fe se corona quien ama:
ella endulza la cruz del dolor.
Guarda, oh Madre en mi patria esa llama
que nos muestra cual faro al Señor.
De los Angeles reina María,
Madre excelsa del Divino Redentor.
Eres Tú nuestra eterna alegría,
nuestro dulce consuelo y amor.
Hoy la Iglesia de Cristo, afligida,
A Ti clama, pidiendo favor.
Por tus ruegos, oh Madre querida,
Gloria y paz le conceda el Señor.
Himno a la Virgen de los Angeles.
Dios te salve, blanca rosa,
hija del Eterno Padre,
del Divino Verbo, Madre,
del Paráclito, Esposa.
Salve Reina de los Angeles,
amparo de pecadores,
a Ti clamamos Señora,
escucha nuestros clamores. (2)
Te damos el alma y vida,
las potencias y sentidos,
no deseches a tus hijos,
a tus plantas hoy rendidos.
Apareciste más bella
que el sol, la luna y la aurora
para ser de Costa Rica,
Reina y Madre defensora.
En una piedra te halló
aquella niña dichosa,
aquí fuiste aparecida,
Madre nuestra milagrosa.
Alabemos a esta Madre,
llena de misericordia,
y por ella consigamos
el premio de eterna gloria.
Fr. Vérnor M. Rojas OP.
San José, julio de 2010.



-Acerca de la Virgen de los Ángeles, bibliografía y verso del Presbítero Víctor Ortíz:


Como se acerca la fiesta de la Virgen de los Ángeles, 2 de agosto, de gran movilización popular en todo Costa Rica, creo oportuno entregar aquí una pequeña bibliografía, donde se recojan los principales estudios que se han publicado en Costa Rica, acerca de la devoción a la Virgen de los Angeles, la “Negrita”; puede ser de ayuda a los predicadores, periodistas, comentaristas, participantes en la Novena, en la gran Romería, en la fiesta del propio día, y en la Pasada. Por estos días, toda la atención de los costarricenses está centrada en Cartago, en la Basílica y en esa querida Virgencita que a todos nos atrae hacia su corazón maternal.

¿Quiénes han escrito acerca de la Virgen de los Angeles?
ARRIETA, Víctor Manuel, Pbro.: “La Patrona de Costa Rica”, 1960.
BLANCO Segura, Ricardo: “Historia eclesiástica de Costa Rica”, 1960.
CORRALES Bolaños, Claudia: “Estudio sobre la Basílica de Nuestra Señora de los Angeles”, Cartago, 1972.
BENAVIDES Barquero, Manuel de Jesús: “Los negros y la Virgen de los Angeles”, San José, 2010.
BONILLA, Miguel, Pbro.: “Discurso poético-apologético”, 1826.
BORGE, Carlos, Pbro.: “Virgen de los Angeles coronada”, 1927. “Tricentenario de Nuestra Señora de los Angeles, 1635-1935”, 1941.
BRENES, José, Pbro.:”Relación de la aparición de la imagen de Nuestra Señora de los Angeles de Cartago”.
CHASE Brenes, Alfonso. “Nuestra Señora de los Angeles: Madre de nuestra cultura”, 1995.
ECO Católico: “Guía del peregrino”.
FERNANDEZ Guardia, Ricardo: “Crónicas coloniales de Costa Rica”, 1921.
GOMEZ Alvarez, Glenn, Pbro.: “La Negrita”, San José, 2009.
GOMEZ Vargas, Sonia L.:”La Basílica de Nuestra Señora de los Angeles. Testimonio arquitectónico de la fe costarricense”, 2007.
LEON Villalobos, Edwin: “Fiestas escandalosas en la Cofradía de los Angeles”, 1782.
MATA Gamboa, Jesús: “Monografía de Cartago”, 1930.
OREAMUNO, Toledo, Carlos Alberto: “Nuestra Señora de los Angeles. Patrona y Reina de Costa Rica. Datos históricos”, San José, 2007.
ORTIZ, Víctor, Pbro.: “Piadosa tradición histórica de la Aparición de la imagen de Nuestra Señora de los Angeles, en la ciudad de Cartago”, 1904.
PACHECO, LUIS, sdb.:”Nuestra Señora de los Angeles: Historia y leyenda”, San José, julio 2005.
PRADO, Eladio: “Breve compendio de la historia de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Angeles”, 1924. “Historia de Nuestra Señora de los Angeles”, 1926. “Nuestra Señora de los Angeles Patrona oficial de Costa Rica”, 1935.
QUIROS Castro, José Alberto, Pbro.: “Historia de la Parroquia de los Angeles de Cartago”, 1998.
SANABRIA Martínez, Víctor Manuel, Mons.: “Historia de Nuestra Señora de los Angeles”, ECR, 1985.
SOTO Valverde, Gustavo Adolfo: “Los 500 años de la Iglesia Católica de Costa Rica”, 1992.
THIEL, Bernardo Augusto, Mons.: “Datos cronológicos para la historia eclesiástica de Costa Rica”, 2002.
Traslado a continuación, como una muestra del romancero religioso costarricense, este precioso romance del Padre Ortiz.
“Las leyendas religiosas o pías tradiciones, al par que las guerreras o heroicas, son la poesía del pueblo”, “El anciano sacerdote ha copiado de su corazón el presente romance: es una sagrada antigüedad. Imprímase y guárdese en el corazón del pueblo cristiano, devoto de María. El Padre Ortiz ha llenado un gran vacío en nuestra literatura patria”, nos dejó escrito el P. Juan Garita, al presentar la edición del clásico romance.
Fr. Vérnor M. Rojas OP., julio del 2010.
“RELACION DEL PADRE VICTOR ORTIZ
Contando ya ochenta y tres
De mi humilde nacimiento
Vengo en conocimiento
De aquel célebre precepto
De los ancianos expertos
Que a los jóvenes confiaban
Para que después hablaran
De los pasados sucesos.
Lo que ahora vengo a entender
Es que en mi tiempo primero,
Cultivóse con esmero
La tradición y la historia
De la aparición hermosa
De María en Costa Rica
Que la América publica
Cual grande acontecimiento.
Que es gravísimo pecado
Que tan legítima gloria
No aparezca en la memoria
De todo costarricense,
Pues de este hecho tan grandioso
Casi nada se halla escrito,
Y que degenere en mito
Es descuido imperdonable.
Es lamentable desgracia
Que del todo se perdiera
Lo que entonces se escribiera
De una aparición tan bella.
¿Cómo es posible olvidar
Tantas gracias y portentos,
Incontables documentos
De la bondad de esta Reina?
De corazón me arrepiento
De que en mis años primeros
Los datos mil, postrimeros,
Que mis padres me legaron,
No escribiera con cuidado
Para redactar la historia
De la Reina laudatoria
De la ciudad de Cartago.
Ya que a su tiempo no lo hice,
A escribirlo ensayaré;
Mientras viva escribiré,
Aunque con muy toscos versos,
Pues con mejores no puedo,
Esperando que los maestros
Que son en ellos muy diestros
Los retoquen y embellezcan.
Así, desde aquellos tiempos
De falsedades desnudas,
Debatidas muchas dudas,
Hasta mis padres llegaron
Las noticias del suceso
Que de unos a otros pasaban
Y que a todos recordaban
La sublime aparición.
Mil seiscientos cuarenta y tres
De Jesús del nacimiento,
Aquel acontecimiento
Tuvo lugar en Cartago,
Con el cual sin duda alguna
El Cielo quiso obsequiar
Aquesta reina del mar
Bien llamada Costa Rica.
Era un día dos de agosto
Memorable, en que invocaban
Cual su Patrona que amaban,
Porciúncula, España y Francia,
Con un nombre tan excelso
Que causa confianza y gozo,
Con el nombre tan hermoso
De los Angeles la Reina.
Ved aquí la causa justa
Que inspirara a aquellas gentes
A imponer muy reverentes
Este título glorioso,
De los Angeles la Reina,
A la aparición hermosa
Que tan amable y bondadosa
A buscarnos descendía.
Entre la plebe sencilla
Hé la mujer destinada,
Por las gentes envidiada,
Que feliz ha de encontrar
La santa Imagen mariana
En el fondo de una breña
Donde iba a buscar la leña
Por disposición de lo Alto.
¡Sonó la hora señalada!
Sobre una piedra vulgar
Escogida para altar,
Y a la luz de claro día,
Aparece humildemente
Y de adornos desprovista,
Mas cautivando la vista
De una asombrada zagala.
Muy gozosa la tomó,
y hallándola de su agrado,
a su pajar muy amado
llevarla cree conveniente,
pues viendo que no hay alguno
que disputarla pudiera,
sin vacilar se apodera
de aquel tesoro encontrado.
Su pobreza es tan extrema
Que no tiene ni un armario,
Mucho menos relicario,
Donde guardar el hallazgo;
E ignorando de este objeto
El valor inapreciable,
Lo oculta, pero inculpable,
En su petaca de cuero.
Sucede que en otra tarde
A la floresta camina
La sencilla campesina
Buscando otra vez su leña;
Llegando al mismo lugar
Donde estuvo el día anterior
Interrumpe su labor
Una nueva aparición.
Se acerca a la imagencita,
La examina enternecida,
Y la halla muy parecida
A la que ya tiene en casa.
Esto le infunde algún susto,
Piensa que alguna persona
Escondida le ocasiona
Algún engaño funesto.
Sin embargo se la lleva
Para la otra acompañar,
A fin de tener un par
De figuras nunca vistas.
Busca en vano la primera;
¡No hay nada, exclama, oh Dios mío!
¡Si será esto un desvarío!
¡Si será cosa muy mala!
Asegura el nuevo hallazgo,
Y aquietado su disgusto,
Con zozobra, miedo y susto
Se dispone a custodiarlo;
El temor le impide verlo,
Se va… su deber cumpliendo
Y la leña recogiendo
Otra imagen le aparece.
Con congoja natural,
Palpitante el corazón
Y anublada su razón
E inmutado su semblante
Se acerca más exclamando:
“A la luz la quiero ver…
Es la misma…es la de ayer,
Ya esto no me está gustando.
“¿Qué es lo que yo debo hacer?
Dios mío, dice ella, turbada
¿Dejarla aquí despreciada?
Esto no lo puedo hacer.
¿Y llevármela otra vez?
No; mejor es consultar,
Ir a mi casa a pensar
Y mañana volveré”.
“¿Y a quién podré decir esto?
¿ al inteligente Cura?
Al alcalde es gran locura…
¿Y a los frailes del Convento?
Sé que mujer no entra allí.
¿Y al Cura? Sería imprudente.
Bravo él, cabeza caliente,
De seguro no me escucha”.
“Y no sé qué es lo que siento:
Quieta y sin hablar, no puedo
Quiero salir de este enredo,
Esto algo quiere decir.
El Cura dijo en la misa
Que él era tata de todos,
Voy a sortear esos toros
Sin más testigos que Dios”.
Fue a donde el Cura temiendo,
Con pena, susto y vergüenza;
Al verla el Cura ya piensa
Que algún asunto la trae.
“Mujer, ¿qué te ha sucedido?”
“Cristiana soy, señor Cura,
E implorando su ternura
Comparezco en su presencia”.
Cuanto le había sucedido
Refirióle balbuciente,
Pero el Cura indiferente
Le dice: “Vuelva mañana”.
Le ordenó que le trajera
Lo que dijo haber hallado,
Que tuviera gran cuidado
De no contárselo a nadie.
Obedeciendo a su Cura
Se retira muy contenta.
Regresando se presenta
Con la imagen misteriosa:
La niña la entrega al Cura,
Quien la mira y examina
Y, cual ofrenda divina,
De lo Alto juzga aquella obra.
El Cura no piensa mal;
Que entre montañas espesas,
Que entre tantas asperezas,
Aparezca objeto tal;
No hay mano, acero ni filo,
Que pudiera fabricarlo:
Gran maravilla fue hallarlo
Pulido, perfecto y bello.
Es una imagen perfecta,
De humilde fisonomía,
Y suave soberanía
Revela su amable rostro.
Y los pliegues de su manto,
De sus ojos la dulzura,
Su celestial escultura,
Indican su origen alto.
Un niño tiene en su brazo
Que representa la alteza
De su Dios a quien expresa
Las plegarias de sus hijos;
Nadie en vano la invocó,
Pues su ruego es poderoso
Por querer su Hijo amoroso
Engrandecerla a porfía.
El Niño mira amoroso
A la que es Corredentora.
Con su mano condecora
Su pecho de amores lleno,
Cual si con ellos quisiera
Expresar que es mediadora
Viniendo en tan dichosa hora
Para serlo en Costa Rica.
Ocultan su alta grandeza
En sublime pequeñez
De una imagen que es talvez
Un reflejo sobrehumano;
Hijo y Madre aparecidos
Con tan humildes semblantes
Prueban claro ser amantes
De las humanas criaturas.
Una vez examinada
Como el caso requería,
Con indecible alegría
La guarda en seguro el Cura;
Y la llave se reserva
Para evitar ocasión
De llevársela un ladrón
E impedir un sacrilegio.
¡Qué misterio! ¡qué prodigio!
El buen Cura atribulado.
Profundamente abismado
Busca, busca inconsolable
La amada imagen guardada:
No la encuentra. “¡Madre mía!”
“Si eres, dice, tú María,
Revélame tu morada”.
Se encamina a la floresta
Donde presume encontrarla.
Prometiendo venerarla
Si cumplido es su deseo:
Y se arrodilla exclamando:
“Es la misma ¡¡Madre mía!!
Es la misma, ¡¡es de María
Su santa imagen amable!!”.
Convencido en gran manera,
De que un prodigio se obraba,
Y que el Cielo derramaba
Para bien de este lugar,
Resuelve dejarla allí
Mientras tanto su traslado
Se dispusiera al poblado
Con grande solemnidad.
Va al Gobernador y cuenta
El buen Cura enternecido
Lo hasta entonces sucedido
En las cuatro apariciones;
Conferenciando los dos
Con los frailes juntamente,
Efectuar solemnemente
Su pronta pasada acuerdan.
De las campanas el eco,
Por el pueblo se derrama,
Y en gozo a todos inflama,
Propalando la noticia;
Y gracias dando a Dios todos
Y revelando su gozo
Con inefable alborozo,
A su reina van a traer.
En procesión muy solemne
Con la cruz y los ciriales
Y demás ceremoniales
Se disponen a marchar;
El clero pasa adelante
Con palio y capa pluvial
Y con pompa sin igual
Comienzan a desfilar.
Vedlos…¡¡de hinojos postrados!!
‘Qué prodigio! ¡Qué misterio!
La Reina de este hemisferio
Fulgurando en un charral,
Tiene miradas de madre
Pues parece ser viviente,
Ellos amor muy ferviente
Le tributan desde entonces.
¡Reina solemne silencio!
Se hallan todos consternados
Ante la imagen postrados
Meditando dulcemente;
El Cura entonces bendice
Con rara solemnidad
La suave sublimidad
Que a todos embelesaba.
De nuevo el Cura se postra:
Reverente se apodera
De la Reina de esta tierra,
Obsequiada por el Cielo.
El pueblo al verla en su mano
Se desborda de alegría
Y hace esfuerzos a porfía
Por contemplarla de cerca.
Ya la noche se aproxima;
Necesario es ya marchar,
Y comienzan a cantar
En procesión ordenada;
Todos hacen con sus voces
Agradable melodía
Inspirados por fe pía,
Los fieles y sacerdotes.
El desfile ya termina
En la Parroquia imponente
En donde el pueblo impaciente
A la Virgen quiere ver;
Satisfecho este deseo,
Se coloca en el sagrario,
Que es el punto del santuario
Que entonces le convenía.
Se guarda con gran cautela
De aquel sagrario la llave,
Pues todo el mundo sabe bien
Lo que ha pasado hasta entonces;
Al celoso Coadjutor
Se le encarga custodiar
Y de este modo evitar
A la piedra otra zafada.
El Coadjutor muy temprano
Fuése a dar la comunión:
Anhelando la ocasión
De ver la imagen querida,
Sus manos abren inquietas
El tabernáculo santo.
¡Brota de sus ojos llanto
Al mirar que ya no estaba!
Estupefacto su pena
Al Cura va a referir,
Invitándolo a venir
A observar aquel suceso;
Ambos se van a la piedra
De temor sobrecogidos,
Con santo amor impelidos,
Con la esperanza de hallarla.
¡Estaba donde pensaban!
¡Estaba en la misma piedra!
Entre el musgo y verde hiedra,
En su lugar predilecto.
Es allí donde Ella quiere
Que un santuario se levante
Do su corazón amante
Pueda derramar sus gracias.
Se produce en la Provincia
Actitud inusitada:
Se improvisa una enramada
Para abrigar a la Reina
Que descansa bajo palio,
Mientras desde el labrador
Hasta el gran Gobernador
Todos le hacen una choza.
Siendo tan accidental,
Esta choza improvisada,
Hacerle mejor morada
Fue deber que se imponía;
Sin opinión discordante,
Con prontitud inaudita,
Se le ofrenda bella Ermita
A los pies del Irazú.
En el pueblo se despiertan
Enérgicas, vivas ansias
De consumir las ganancias
En la fábrica de un templo;
A este fin todos se mueven,
Españoles y nativos,
Todos con sus donativos
En la obra magna trabajan.
Y es cosa tan admirable
Que sin tener instrumentos
Las paredes y cimientos
Se ejecutan brevemente;
Siendo cosa de notar
Que del suelo a la techumbre
Trabaja la muchedumbre
Con envidiable concordia.
Sin dirección de arquitecto,
Sin cálculos y sin planos,
Por centenares de manos
La gran fábrica se eleva.
La firmeza y solidez
De cimientos y paredes
Son efecto de mercedes
Otorgadas por la Reina.
Las dos últimas hiladas,
Sin saber ellos por qué,
Lo que es cierto es que así fue,
Que de adobes las hicieron.
El motivo de este yerro
Se dirá mas adelante,
Pues la Madre más amante
Lo tenía dispuesto así.
¡Con qué fervor se dirían
Las divinas misas diarias
Y con qué fe las plegarias
Los fieles las murmuraban,
En un templo en que María
Por medio de sus visitas
Fragancias muy exquisitas
En su atmósfera dejaba.
Sobrenatural poder
Revela siempre escudar
Ese Templo secular,
Trono de misericordia;
Pues firme sobre sus basas
Entre escombros queda erguido
Las tres veces que han destruido
Terremotos a Cartago.
Es verdad que la portada,
Las torres y las capillas,
majestuosas y sencillas
no son de la misma edad;
estas han sido producto
de la fe siempre creciente
y de la piedad ardiente
de la cristiandad moderna.
Todos verán con agrado
Que este Templo se conserve,
Que de ruina se preserve
por ser reliquia tan santa;
en su recinto aún está
la piedra misma y cabal
que sirvió de pedestal
a las seis apariciones.
Sobre esta sagrada piedra
Se levanta el bello altar
Con la gracia singular
De ser aquí el más antiguo;
También el más imponente
En estado muy perfecto
Y de estilo tan correcto
Que cautiva las miradas.
Lo cercan imagencitas
De delicada escultura
Que la excelsa galanura
Simbolizan del arcángel;
Y como son sólo nueve,
En actitud reverente
Representan claramente
Los nueves angélicos coros.
Allá por mil ochocientos
Tuvo lugar un prodigio
Que suscitó gran litigio
Entre incrédulos y fieles;
Pero que fue testimonio
De la intervención del Cielo
Que anhelaba en este suelo
Derramar sus altos dones.
Del Valle José María
Que era músico notable,
Caballero respetable
En medio de sus coetáneos;
Que siendo empleado del coro
Fue el primero que observara
En una pared del templo.
Al salir del coro un día
Yendo del Oeste al Oriente
Pone mirada inconsciente
En la extremidad del templo;
Y llamóle la atención
Un musgo muy abundante
Que colgaba rozagante
Casi en toda la pared.
Una cosa tan extraña
Obligólo a parar mientes
En lanas, hierbas pendientes
En pared que era de piedra;
Pronto vino a convencerse
Que la humedad provenía
Del agua que descendía
De las hiladas de adobes.
“¿Estaré yo delirando?”
Se pregunta el buen artista.
“Si no me engaña mi vista
Aguas es lo que estoy palpando,
Esto yo debo anunciar
A una persona prudente
A la que tengo en la mente
A Ramón Ortiz Castillo”.
Ortiz, Del Valle, convidan
A todos sus conocidos
Que van, ven y convencidos
Salen a hablar del prodigio;
Admirando esto las gentes
Lo hacen público y notorio.
Por todo el noble villorio
Con candor indefinible.
Se ordena inmediatamente
Por las dos autoridades
Entregar a las edades
Un recuerdo permanente.
Haciendo un desaguadero,
En que el agua que destila,
Para que caiga en la pila
Se recoja con cuidado.
Tú, lector, podrás ver hoy,
Aunque por esto te arrobes,
En las hiladas de adobes,
Embutidos cuatro tubos
Por donde dice la historia
El agua pura salía
Que de arriba descendía
Cual si bajara del cielo.
Pero acontece de pronto
Que el musgo se reverdece,
Que el agua desaparece
Contristando a los creyentes;
Mas, el rigor y el ayuno
De la austera penitencia
Obtiene de la Clemencia
De nuevo el agua pedida.
De aquel tiempo para acá
De entre piedras apiñadas
Aguas muy cristalizadas
Manan, brotan sin cesar;
Quien contempla este grande hecho
Se dirá más de una vez:
“Aquí miro al gran Moisés
Sacando agua de una roca”.
No me equivoco al decir
Que es debajo del Santuario
Donde este milagro diario
Tiene su origen perenne.
Los que veáis la pila de hoy
Aunque tan refaccionada,
Tened por lo Alto donada
El agua que allí bebáis.
No es posible referir
Todos los grandes favores
Que narraban mis mayores
De esta Reina bondadosa.
Que milagros se repiten
Lo afirman propios y extraños
Porque al correr de los años
Se renuevan sin cesar.
Veneraron esta imagen
De Santa Cruz Agustín,
Don Domingo Sataraín,
Augusto Thiel y Llorente,
Francisco de Paula Campos
Que era un Obispo de Honduras,
Y Briceño y Castro, Curas,
A raíz de su aparición.
Personas dignas y sabias
Y Obispos de gran criterio
Aprueban este misterio
Con ardor y gran firmeza;
Y para dar testimonio
De su alta veneración
Espontánea donación
Le hicieron de sus alhajas.
VICTOR ORTIZ, PRESBÍTERO.”
Versos de Carlomagno Araya:



A LA VIRGEN DE LOS ÁNGELES
Carlomagno Araya
Permite, Señora mía,
que ponga a tus pies, la ofrenda
que recogí en las montañas
de mi siempre amada tierra.
Es un ramo de “pastoras”
y de olorosas gardenias,
que columpiaron las brisas
de las tardes veraniegas.
A ti, Virgen de los Angeles,
protectora y reina nuestra,
a ti van todas las notas
de mi flauta vocinglera.
Quisiera reconcentrar
los perfumes de la selva,
en un vaso hecho del oro
con que tiñe el sol la cresta
de los montes seculares.
Ir a todas las praderas,
donde las aves ensayan
sus armónicas endechas
y robar trinos al ave,
fragancias a la floresta,
sabrosa miel a las frutas
y a las campestres colmenas
y hacerte una ofrenda solo
con las cosas de mi tierra,
de esta tierra que hace siglos
tú amparas, oh Virgen buena!
Mi abuelita me contaba
de una poética manera,
que una vez una pastora
muy virtuosa e ingenua,
se introdujo en la montaña,
buscando con insistencia
por entre riscos y montes
accesibles una oveja
que se le había extraviado
hace días de su dehesa.
Y a la margen de una fuente,
de linfas claras y tersas,
se encontró una muñequita
de piedra. Bella muñeca
para jugar de “casita”!...
-pensó la pastora ingenua-
y en su blanco delantal
la envolvió de una manera
cuidadosa y a su choza
regresó con su muñeca…
en el rincón de su cama
solícita la doncella
le hizo un altar, festonado
de “uruca” y de azucenas.
La tarde puso en los montes
el carmín de su paleta
y sus postreras canciones
entonaron en la selva
los pájaros campesinos.
La fuente de linfas tersas
y puras, en la montaña
pulsó su lira de cuerdas
cristalinas y las ninfas
danzaron en sus riberas.
La noche tranquilamente
con sus alas gigantescas,
cubrió la crin de los montes
y la faz de las praderas.
Por fin se anunció la aurora
tras de las más altas sierras,
y de nuevo sus canciones
entonaron las zahareñas
avecillas y de nuevo
en las fragantes florestas,
derramaron sus perfumes
heliotropos y gardenias.
Se levantó con la aurora
la niña muy placentera
y en el rincón de su cama
no halló su bella muñeca.
La buscó por todas partes
y como no pareciera
muy triste y meditativa,
tomó el sendero que lleva
a la plácida fontana
de linfas claras y tersas.
Y con un asombro grande
que puso fin a su pena,
encontró sobre una roca
su muñequita de piedra.
A su choza alegremente
por la florecida senda
cantando volvió la niña
y en un cofre de madera
la guardó regocijada.
Cuando en la tarde fue a verla
no la halló y entristecida
se puso a llorar. La densa
noche cubrió las montañas
con sus alas gigantescas
y la dulce pastorcita
la niña del alma ingenua,
después que se hubo dormido
en su camita pequeña,
tuvo un sueño encantador:
Soñó que allá en la ribera
de la fuente, un grupo de ángeles
adornaba a su muñeca
y entonaban dulces himnos
en su honor. Corona regia
le ponían sobre las sienes
y cantaban:”Virgen nuestra,
vayan a ti los acordes
de nuestras músicas ledas,
oh, Señora a tu albedrío
está la Naturaleza:
todas las cosas del cielo
y las cosas de la tierra”.
Por fin se anunció la aurora
tras de las más altas sierras,
y la dulce pastorcita,
como el alba tempranera,
se levantó y presurosa
encaminóse a la aldea
y le contó al señor cura,
llena de temor y pena,
lo que le había sucedido
con la muñeca de piedra.
Y surgieron comentarios
y hasta las gentes incrédulas,
se convencieron por fin
de que esa la Virgen era,
y un santuario primoroso
le formaron todas ellas,
a la bella muñequita
que halló la pastora ingenua.
Este es el cuento bellísimo
con que mi abuelita buena,
me entretenía cuando niño
a mi vuelta de la escuela.
Tiene el frescor de los campos
perfumados de mi tierra,
de esta tierra que hace siglos
tú amparas, oh Virgen Nuestra.
-gerardodecostarica
-

2 comentarios:

  1. Buenas noches donde puedo conseguir la melodía, acordes para guitarra de estos cantos me interesa mucho darlos a conocer...

    ResponderEliminar