San José, Costa
  Rica. Martes 15 de junio, 1999 
  
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Estos heredianos 
 
    Gerardo Quesada Mayorga  
     
     
    Algunas veces he
    escuchado a algún herediano hacer gala de su don de gentes o como queriendo
    colocarse en una posición social más refinada. Siempre creí que esa pose se
    debía a algún complejo nacido desde los tiempos en que funcionó la Escuela
    Normal en esa ciudad, pues ese hito debió repercutir notable y
    positivamente en la cultura local, pero asumía que ese beneficio ya se
    había deteriorado.  
 
    Sin embargo,
    recientemente fuimos de compras a la Ciudad de las Flores, visitamos varios
    negocios y la ocasión se prestó de perlas para conocer a los heredianos en
    su elemento y no mimetizados entre algún grupo heterogéneo, en San José,
    como siempre me había tocado observarlos. En este comentario no se incluye
    el estadio Rosabal, entorno diferente.  
     
Primero fuimos a una
    boutique coreana, luego al mercado, limpio y concurrido; a una venta de
    artículos de plástico para la cocina, con zapatería al fondo; a una
    boutique deportiva; a un almacén de artículos para el hogar; a dos ferreterías
    y a una soda. Volvimos a Tibás cargados de mercadería.  
     
De regreso, caímos en
    la cuenta de un factor común a todos los negocios visitados: sin importar
    si se trataba de humildes dependientes o los dueños, de mercadería sencilla
    o de objetos finos, en todos los casos fuimos atendidos en forma más que
    cortés, más que eficiente, más que bien. Igual comportamiento apreciamos en
    su relación con otras personas.  
     
Indudablemente, la
    gente que trabaja en el comercio herediano cuenta con un gran tesoro: su trato
    ameno, respetuoso y bondadoso. Ahora doy la razón a quienes han mostrado su
    orgullo por proceder de esa ciudad.  |  
 
 
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San José, Costa
  Rica. Martes 15 de junio, 1999 
   
  
  
  
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